A veces tendríamos que pensar un poco menos y avanzar un poco más. Olvidar los miedos y los que dirán, pues al final somos nosotros los que vivimos nuestra vida, y no los demás. Somos nosotros los que reímos, lloramos, queremos, amamos y nadie lo hace por nosotros, así que tampoco debe de ser nadie quien nos condicione a la hora de vivir.
Mostrar nuestros sentimientos puede hacernos más débiles pero son esos sentimientos los que nos abren a las personas que nos importan, y sólo así podrán llegar a conocernos de verdad. Con ellos llorar está permitido y un te quiero no está prohibido.
Encerrarnos en nosotros mismos no nos lleva a ningún lugar, más que al de la soledad. Si somos alguien en este mundo no es por tener un nombre o un número que nos identifique sino por haber personas para las que somos alguien, personas a las que al menos les importamos aunque sólo sea un poco. Son esas personas las que nos hacen ser alguien, y no un simple número o punto entra la multitud. Al fin y al cabo para el resto no somos más que uno más, para el resto nuestra sonrisa no es más que un gesto y nuestras lágrimas no son más que gotas. En cambio, hay personas para las que nuestra sonrisa es su felicidad, y para las que nuestras lágrimas son tristeza y preocupación. Y eso es lo bonito de la vida, que existan personas a las que les importas tanto que harían cualquier cosa por ti. Cuando queremos a alguien esa persona pasa a formar parte de ti, de tu vida. Y sin ellas, no seríamos más que la sombra de nosotros mismos.
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