A lo largo de un día nos cruzamos con numerosas personas desconocidas; cuando caminamos por la calle, en el tren o en una cafetería. A veces, la rutina, el coger siempre el mismo tren o ir a tomar el café a la misma cafetería consigue que ciertas personas resulten familiares a pesar, de no conocer ni si quiera su nombre. Las miradas se cruzan pero eso es lo máximo a lo que se puede aspirar. Llega un momento que apetece saludar con un hola o despedirse con un hasta mañana, llega un momento en el que te gustaría ponerle nombre a ese rostro o saber que le pasa cuando su rostro transmite tristeza. Entonces cuando parece que le conoces, y parece que un saludo no es tan descabellado, desaparece. Y es cuando se siente un vacío,un vacío por haber perdido a alguien que ni si quiera conocías. Quizás el vacío surja porque cómo buscar a alguien del que no sabes nada. O quizás sea porque sientes que acabas de desperdiciar una oportunidad.
La vida está llena de casualidades, a veces cuesta creerlas. A veces parece que el futuro ya está escrito. Sino como explicar que te vuelvas a cruzar con un desconocido, otra segunda vez, en un lugar totalmente distinto. Es bueno aprender de los errores, y saber que si el destino te brinda una segunda oportunidad que no la dejes escapar. Es entonces cuando las miradas se vuelven a cruzar, los dos sabéis que os conocéis, incluso parece haber complicidad. Finalmente, esta vez sí saludas y sí dices tu nombre. A partir de entonces, un desconocido irrumpe en tu vida y sin darte cuenta es tu amigo. Su rostro ya tiene nombre y una vida detrás.
Las casualidades igual no lo son y es sólo la vida dándote una segunda oportunidad. Sea lo que sea hay que saber aprovecharlas, no se deben dejar pasar esas personas que sientes que tienen algo especial.
La vida está llena de casualidades, a veces cuesta creerlas. A veces parece que el futuro ya está escrito. Sino como explicar que te vuelvas a cruzar con un desconocido, otra segunda vez, en un lugar totalmente distinto. Es bueno aprender de los errores, y saber que si el destino te brinda una segunda oportunidad que no la dejes escapar. Es entonces cuando las miradas se vuelven a cruzar, los dos sabéis que os conocéis, incluso parece haber complicidad. Finalmente, esta vez sí saludas y sí dices tu nombre. A partir de entonces, un desconocido irrumpe en tu vida y sin darte cuenta es tu amigo. Su rostro ya tiene nombre y una vida detrás.
Las casualidades igual no lo son y es sólo la vida dándote una segunda oportunidad. Sea lo que sea hay que saber aprovecharlas, no se deben dejar pasar esas personas que sientes que tienen algo especial.