viernes, 1 de octubre de 2010

Miedo al futuro

Te miro, te escucho, te siento
pero no sé por cuanto.
Siento que te perderé,
siento no poder evitarlo
y siento que cuando pasé, moriré.
Quizás eso sea la vida
pero quizás sea débil,
para afrontarla y no caer.

En una relación siempre se intenta vivir el presente, el día a día, pero a veces es inevitable levantar la cabeza y ver lo que pueda pasar en el futuro, y entonces aparecen los miedos. Es mejor vivir el hoy, como si no existiera el mañana.

martes, 22 de junio de 2010

Canciones

Existen canciones que nada más oírlas dan una sensación de buen rollo y sin saber bien por qué te animan. No importa el estado de ánimo que se tenga que consiguen que una vez acabada la canción acabes con una sonrisa. Y con esta canción me pasó eso la primera vez que la escuché por la radio. A ver si a vosotros también os pasa lo mismo.


sábado, 5 de junio de 2010

El colegio

Desde bien pequeña siempre he ido un poco a contracorriente. Cuando estaba acabando el verano, y todo el mundo quería que durara más tiempo, yo quería que empezaran las clases. Para mí el comienzo de cada curso era un motivo de alegría. Recuerdo los nervios del día anterior al comienzo de las clases, como siempre me costaba dormirme, como preparaba el uniforme y la mochila con los bolis y libretas aun sin estrenar. El primer día de clase era el reencuentro con los compañeros, la curiosidad de ver si había alguien nuevo en clase y descubrir si el verano había cambiado a la gente o si todo seguía donde lo habíamos dejado en junio. Ahora, a veces, todavía añoro la ilusión y los nervios del primer día de clase.
Aunque sin duda lo que más añoro del colegio es: el recreo. El estar pendiente del reloj en todo momento, para saber cuanto queda poder salir corriendo de clase y salir a jugar al recreo. De mayores, ya no jugamos. No se tiene esa inocencia de ser feliz con tan poco: un balón, un comba, unos tazos o incluso simplemente corriendo. Nunca entendí porque cuando uno se iba haciendo mayor parecía que no podía disfrutar tanto del recreo, parecía que eso era para los niños. Como si el divertirse jugando estuviera prohibido a partir de cierta edad.
Quizás cuando estamos en el colegio no nos demos cuenta de la suerte que tenemos de poder ir al colegio. Es mucho más importante de lo que pensamos. Ahí es donde seguramente haremos los primero amigos, donde nos formaremos como personas, donde vemos por primera vez lo que es un examen, donde aprenderemos a respetar, donde nos llevaremos las primeras desilusiones con la gente y donde tomaremos la decisión de qué hacer con nuestro futuro.
Todo el mundo, todos los niños deberían de tener la oportunidad de recibir esa educación, y duele ver como aquellos que tienen los medios no lo valoran y otros, en cambio, crecen esperando poder tener un pupitre y una clase.

sábado, 17 de abril de 2010

El mejor regalo que me han hecho

La primera vez que se lee esa frase, lo primero que se te viene a la cabeza es pensar en regalos materiales, esos regalos que muchas veces la gente te hace por obligación, por quedar bien. Nunca he entendido ese concepto de regalo, puesto que para mí un regalo carece de sentido sino se hace sabiendo que gustará a la otra persona. Que verdadero valor tiene un objeto, por muy caro que sea, si a la persona que lo recibe no le gusta. No puedo destacar ningún regalo material, puesto que para mí todos aquellos que son hechos con ilusión y con ganas de ver una sonrisa en mi rostro al abrirlos, son igual de importantes.
En cambio, la segunda vez que la lees la frase sólo se me pasan por la cabeza, recuerdos, momentos, personas. Y sin duda, son esas personas que forman parte de tu vida el mejor regalo. Qué sería de nosotros en una completa soledad, qué recuerdos tendríamos guardados en la memoria si estuviéramos solos. Yo creo que las personas que nos rodean son nuestra vida y las que le dan sentido. Sino como se explicaría que personas que viven en países subdesarrolladas, en unas condiciones bastante malas, pueden estar con una sonrisa permanente. Puede que no tengan dinero, que tengan la comida justa para vivir, que no tengan recursos, pero tienen lo más importante, y son personas que les quieren y dan sentido a su vida. Por otro lado, están aquellas personas que lo tienen todo: éxito, dinero, reconocimiento, pero también tienen la soledad. La gente muchas veces se olvida que sin la gente que nos rodea no seríamos más que la sombra de nosotros mismos.
Cada día con la gente a la que quiero, cada momento compartido es un regalo. Para mí las relaciones entre personas, no dejan de sorprenderme. No es increíble que haya una persona, para la cual tú antes fuiste un desconocido, que te permita formar parte de su vida, disfrutar de su compañía, vivir con ella tu vida sin esperar nada a cambio, más que tu amistad o tu amor. Sentir que hay alguien a quien le importas, sentir que hay personas para quien eres alguien, sentir que hay personas con las que puedes ser tú, porque es por ser simplemente tú, por lo que te quieren, eso vale más que cualquier regalo material. Esas personas hacen que cada día lo disfrute al máximo, hacen que me levante cada mañana con ganas de vivir más momentos, más regalos para mi corazón.
Son esos pequeños detalles, esos detalles que hay cada día los que dan sentido a la vida. Una mirada, un abrazo, escuchar a un amigo, una sonrisa de alguien que quieres, estar sentado junto a un amigo y con eso ser feliz puesto que sólo con eso te sientes a gusto, un te quiero, que alguien recorra 1000 km sólo para verte a ti, que alguien se acuerde de ti, que alguien te eche de menos, que alguien gaste su tiempo junto a ti, todas esas cosas que nos suceden a diario y que hacen que vivir sea un regalo.
Las personas son las que dan sentido al mundo, y son mis personas las que dan sentido a mi vida. Gracias a ellas soy lo que soy ahora. Sin ellas sólo sentiría un vacío dentro de mí y sería la sombra de lo que soy ahora, puesto que son las que me iluminan y consiguen que cada día, sea un regalo más.

viernes, 2 de abril de 2010

Todo llega, todo pasa.

¿Nunca tuviste tantas ganas de que llegara un momento que estuviste meses antes preparándolo y esperándolo? ¿Nunca tuviste tantas ganas de que llegara un momento que cuando llegó eras la persona más feliz en ese preciso instante? Y una vez que llega sólo quieres que el tiempo se pare, que el tiempo pase lo más lento posible. En cambio, el tiempo pasa y no se puede evitar. Y cuando pasa, cuando tienes que decir hasta luego sin saber hasta cuando será y parece más un adiós, te sientes triste. Entonces ya son sólo recuerdos, recuerdos inolvidables pero al fin y al cabo recuerdos.
Que rabia da pensar que todo se reduce a recuerdos, que rabia da pensar que cuando le das un abrazo sabes que lo recordarás porque es de los pocos que le puedes dar, que rabia da pensar que cuando la ves sonreír tendrás que grabar esa sonrisa en tu memoria pues después sólo la escucharás, que rabia da pensar que cuando recorres con ella las calles por las que pases todos los días sus pasos se borrarán pues no sabes cuando volverá a pasar y todo por eso que nos separa: la distancia.
La distancia duele y duele mucho, pero también hace todo más grande, más fuerte. A veces tienes miedo olvidar su cara, por eso cuando la ves te fijas en cada gesto, en cada movimiento pues eso forma parte de ella. Y ojalá llegue el día en el que no tenga que vivir constatemente de esos recuerdos, de esos pocos momentos juntas. Quiero poder vivir del presente, quiero que cada día construya mi futuro y no tener que estar siempre esperando a que llegue ese momento, ese momento en el que puedo verte.
Una amistad si es de verdad, puede con todo, no importa la distancia ni si no se sabe nada de la otra persona en días, pero porque pasarse la vida echando de menos si se puede hacer algo para cambiarlo. Y yo, quiero cambiarlo.

domingo, 21 de marzo de 2010

Mis juegos de la infancia

pelota1.

(Del prov. pelota, y este del lat. pĭla).

1. f. Bola de materia elástica que le permite botar, y que se usa en diversos juegos y deportes.

2. f. balón (pelota grande).


Parece difícil que un objeto tan básico, tan absurdo para algunos, haya podido ocupar las horas de ocio de mi infancia, y bueno, siendo sinceros también sigue siendo un juego para mí ahora que ya no soy una niña. Es ver un balón, y volver a convertirme en esa niña que creció dándole patadas, volver a tener esa sonrisa transparente que se tiene por ser feliz con tan poco, volver a recuperar la inocencia de la infancia, esa que a veces da pena haber perdido.

Quizás resulte absurdo valorar tanto un juego, un deporte que practican la mayoría de niños. Un deporte que la mayoría de adultos ven y cuyos estadios llenan con su presencia. En cambio, para mí el fútbol no es eso. Yo iba al colegio con ganas pensando que en el recreo podría jugar al fútbol, yo soñaba con algún día poder jugar en un equipo de chicas y poder demostrar a la gente que sí que sé jugar bien, yo me hice fuerte gracias al fútbol y me di cuenta antes de lo que pensaba que hay mucho prejuicio y mucha gente mala con la que te cruzarás en la vida. Ser niña y jugar al fútbol no era fácil, había que hacerse respetar, había que demostrar que valías para que te admitieran, había que demostrar que la fuerza no lo es todo y sobre todo había que demostrar que por ser chica y jugar no era una marimacho o nada por el estilo. Para mí era sólo un juego y nadie me iba a quitar la ilusión de disfrutar jugando.

Aun ahora sigo con esa ilusión. Y sólo es eso, un juego donde a veces se pierde y otras veces se gana. Y cuando ganas eres feliz, más feliz que nadie pero cuando se pierde, no pasa nada y uno sólo piensa en cuando se podrá volver a jugar. Al fin y al cabo, es sólo eso: un juego. El juego de mi infancia.